A la conocida situación del impacto de las fumigaciones que aún esperan resolución de nuestra dirigencia política, se suman ahora las alergias alimentarias que erosionan la salud de todos los argentinos.
Decíamos hace poco (ver “Quién pagará por los santafesinos enfermos por las fumigaciones? (segunda parte)” en www.cepronat-santafe.com.ar) que las obras sociales observan con preocupación el incremento de las prestaciones en sus asociados relacionados con las actividades rurales, en especial con casos de abortos, malformaciones y cánceres. Aclaremos que para la mayoría de las obras sociales el problema es sólo económico: cada vez tienen que destinar más recursos al tratamiento de estas patologías donde intervienen sólo sobre las consecuencias y dejan de lado las causas.
A esta situación -grave de por sí- se suma ahora un informe publicado por Clarín el 11 del corriente bajo el título “Se duplicaron las alergias a la comida en una década”. En forma coincidente con la expansión superlativa del cultivo de soja en el país y su incorporación masiva en la dieta de los argentinos, las alergias alimentarias en adultos y niños se incrementaron de un 4 a un 8% en los últimos diez años y, si bien son datos a nivel mundial, los expertos locales manifiestan que ese cálculo es extrapolable a nuestro país.
La soja –en forma directa u oculta- es el producto que más impacta en el origen de las alergias locales, ya que se encuentra en la mayoría de los alimentos comercializados en la Argentina. También, pero a varios cuerpos de distancia, se encuentran la leche vacuna, el maní, el trigo y los mariscos. Los especialistas proponen la hipótesis de que este incremento se originaría en “La industrialización y la manipulación de los alimentos. … Y también se debe a los cambios en los hábitos de la alimentación, usando alimentos que no estaban en el país y que modifican la conducta del organismo”. Debemos recordar en este sentido el amplio uso de la soja y sus derivados en los alimentos y en el consumo local –aprobados por el Código Alimentario-, su uso como “balanceado” en el engorde de animales de corral y el proceso de aceptación iniciado con el Plan Soja Solidaria motorizado desde los grupos de poder para abastecer la demanda crítica de la población en el crack económico del 2001.
Gustavo Marino, jefe de Alergología e Inmunología Clínica del Hospital Universitario Austral, explica que “No se sabe por qué crecen estas alergias. Una hipótesis es que el alérgico se hace sensible con las cosas con las que toma más contacto. Con la industrialización de alimentos nos dan proteínas en más cantidad en los mismos alimentos, y el cuerpo las reconoce como extrañas”.
El informe aclara que “Las manifestaciones más frecuentes en una reacción alérgica alimentaria son de predominio gastrointestinal (cólicos, diarrea, constipación, reflujo) y dermatológico (urticaria y eccema); sin embargo se observa que también es importante el impacto sobre las vías aéreas superiores e inferiores en forma de rinitis y asma. “Un cuadro que no es menor es la anafilaxia , que es la suma de todo eso. El paciente comió, se empieza a brotar, le pican las manos, los pies, sigue con un ahogo, se congestiona, siente dolores crónicos y si no tiene la medicación adecuada puede morir”.
Con respecto a la aparición de alergias en niños, cabe recordar la recomendación de la Sociedad Argentina de Pediatría para que los menores de dos años no consuman soja bajo ninguna de sus formas. En una rara coincidencia con algunos postulados corporativos, en el citado informe periodístico, la Dra. Gabriela Marín, jefa de Alergias del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, manifiesta que las alergias se pueden combatir y vencer en los pacientes pequeños “ Se puede trabajar con los chicospara que paulatinamente vayan incorporando el alimento y generen una tolerancia…”. Para entendernos: la profesional propone trabajar –tal vez de buena fe- sobre las consecuencias y no sobre las causas, desconociendo años de medicina preventiva donde por cada peso invertido para la prevención, se gastan cinco en intentar reparar los daños efectuados por una crisis sanitaria. La respuesta es mucho más simple:basta de soja en nuestros alimentos.
Mientras tanto, las consecuencias de este experimento de aplicación de un modelo de producción agrobiotecnológica en que se han convertido nuestro territorio y los 40 millones de cobayos argentinos, parece no importarle a la dirigencia política. Desde el Ejecutivo provincial, las señales son cada vez más visibles y evidentes: a la inercia de resolución sobre las fumigaciones que ponen en riesgo a miles de santafesinos, el Gobernador Binner toma partido en forma concreta, manifestando en la Fiesta Nacional de la Soja en Arequito que "… Hace treinta años era impensado lo que ocurrió con la soja: Se transformó en el sector más dinámico de la economía argentina. Y los productores rurales saben cómo llevar adelante este proceso de encadenamiento productivo que hoy está demostrando la gran fortaleza económica que da Santa Fe y la Región Centro". (Página/12 , 11/10/10)
Carlos Manessi / Presidente
Luis Carreras / Vicepresidente
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